País: Japón
Año: 1950
Duración: 90 minutos.
Director: Akira Kurosawa
Elenco: Toshiro Mifune, Takashi Shimura, Machiko Kyô, Masayuki Mori.
Género: Drama, Intriga
Japón siglo XII, siglo de devastación de Japón por las guerras feudales. Día de lluvia torrencial, tres hombres cobijados en un templo en ruinas esperando el fin de la tormenta.
Así comienza este babilónico filme, una obra grandiosa filmada a mano de un cineasta colosal. Kurosawa explora el debate filosófico de la verdad, la condición humana, la objetividad e imparcialidad, la devastación del momento así como la deshumanización codiciada por los intereses propios, en el que aflora la maldad, la mentira, el egoísmo o la hipocresía, todo ello narrado en unos magníficos flashbacks (los diferentes puntos de vista de los acusados y el testigo mudo de los hechos). El filme, que posee una estructura narrativa perfecta, llega a la cota de mayor belleza cinematográfica, de una fuerza visual fantasmagórica y onírica, así como una belleza visual y un potencial lírico pocas veces vivido en el séptimo arte.
Un guión maravilloso, perfectamente estructurado e hilado, de diálogos grandiosos. Y a estos factores se le unen el opulento talante y potencial narrativo y dramático de una destreza insuperable, enfatizado por las desgarradoras interpretaciones y la descomunal puesta en escena, situada en un contexto y una atmósfera onírica, realista, impresionista. Mifune vuelve a realizar un papel legendario, en el que la rapidez de sus gestos y la espontaneidad indeleble de sus acciones vuelven a potenciar más su vasto talento interpretativo. Shimura, vuelve a encarnar un papel de hombre pensativo, benévolo, humanista de manera magistral, de gestos inmortales. Personajes de ideas contradictorias, narraciones de cada víctima y culpable diferentes, todo a pro de favorecer a uno mismo.
Y ahora con la dirección de Kurosawa: no se puede realizar mejor, esa perfecta composición de planos líricos, bellos y apasionados, de detonante belleza plástica; ese desgarrado, analizado y esperanzador talante humanista;esos travellings, planos medios, ese uso brillante de la profundidad de campo y las sombras, como el perfecto retrato del contexto en general, todo estas características de un cineasta legendario en una maravillosa fotografía en blanco y negro.
Un film que se siente, que te atrae, que te emociona, que te intriga (la trama, ¿quién dice la verdad?, ¿por qué?), y pone en bandeja uno de los dilemas filosóficos, éticos y humanos más interesantes, la verdad. Filme misterioso e intenso, sin duda, de incesante ritmo.
En resumen, obra maestra, filme grandioso e intenso, de un desgarrado y apasionado humanismo y un fuerte lirismo. Una obra indispensable.
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