Orson Welles

El proceso (1962)

El_proceso-485519071-large

País: Francia

Año: 1962

Duración: 120 minutos

Director: Orson Welles

Elenco: Anthony Perkins, Orson Welles,  Romy Schneider, Akim Tamiroff, Jeanne Moreau

Género: Drama, Intriga

Una de las adaptaciones más celebres de la obra de Kafka es esta versión de 1962 dirigida a manos del excelentísimo Orson Welles. En un principio no demostraba una reseñable atracción hacia la obra del escritor Checo, hasta que decidió adaptar esta obra inacabada y póstuma publicada en 1925 por uno de los más fascinantes y sugerentes escritores existencialistas del siglo XX.

El filme se adapta magistralmente a las características y connotaciones de la obra original, no siendo óbice para ello la libertad e independencia narrativa para con la novela. Orson Welles escoge un libro intrincado y lleno de matices no solo respecto al trasfondo, sino a la forma y la plasticidad, como culminación estética del contexto y la realidad deformada de la que forma partícipe el protagonista. Esta obra cinematográfica, producida en Francia y con elenco puramente europeo, correspondiente a la nueva etapa del genio, constituye una de las críticas más audaces y feroces contra la justicia humana y el poder establecido. Se nos muestra un mundo absurdo y caótico plagado de una vasta burocracia y un extensa e ininteligible administración que traspasan el límite del conocimiento humano; un contexto inhumano y alienante en el que abundan extrarradios, fábricas abandonadas y personas hacinadas como si de ratas se tratasen, un mundo incomunicado y despersonalizado en las relaciones humanas, en la relación Estado-Individuo donde se antepone el concepto difuso de Estado al de la propia sociedad constituyente. Las viviendas son una metáfora de un mundo que ha perdido el rastro de la cálida belleza, sustituido por la fría vacuidad. La irrelevante existencia de un individuo inocente frente a las pretensiones de un ¿Estado? que alcanza cotas en la que sus propios subordinados se somenten irracionalmente a él sin poder comprenderlo siquiera.

Este filme es ejecutado satisfactoriamente gracias a un vehículo inmejorable que porta una cantidad ingente de ideas y percepciones, debido a la perfecta síntesis del lenguaje y la adecuación correcta en la forma correspondiente. Cabe por repetitiva pero reseñable, la excelente, audaz y artística dirección de Don Orson Welles, siendo capaz de exprimir cada rincón y cada ángulo para realizar un excelso nectar artístico en el que los encuadres son apurados y certeros, aprovechados al máximo. Teniendo en base que la concepción semántica de los planos son también determinados por la posición de la cámara y sus ángulos, como sus movimentos asimismo; en la obra de Welles abundan picados, contrapicados, travellings, y angulaciones de todo tipo para reforzar el estado de angustia y terror existencial que padece el protagonista. Cabe añadir que se trata de un montaje audaz y vanguardista (filme inclusive dentro de la etapa revolucionaria cinematográfica de los años 60) que lo que hace es sustentar la cadencia final de la obra a través de esa esmerada y bizarra composición de encuadres manteniendo el ritmo, la forma, el contexto, viusalmente y narrativamente.

La presentación de la obra se lleva a cabo por encuadres de enorme fuerza visual que muestran la realidad tanto interior como exterior que giran en torno a ese protagonista desconcertado en un funesto y desasosegante blanco y negro. Encuadres que nos muestran toda esa caótica realidad, portadores de profundos claroscuros en el que dominan los sitios con escasa luz y los contextos nocturnos. Esa fuerza expresiva es la que dota de una mayor consistencia el relato, la que hace adentrarnos en un mundo indeseable, la que hace abstraernos durante la travesía del filme inducidos bajo un relato subyugante y tormentoso, el drama de un ser racional buscando respuestas en un mundo caótico, buscando explicaciones sensatas y humanas sobre un mundo artificial cruel y déspota. El filme conserva su agilizada narrativa tan minuciosa como concisa, apoyada bajo un muy notable guión. Excelente actuación la de Anthony Perkins, como protagonista Josef K., un ser que intenta explicarse lo inexplicable, intenta comprender lo incomprensible, demostrar lo idemostrable debido a la propia absurdez de la sociedad, y finalmente, de su propia existencia; muy notable la del abogado suyo encarnado por el siempre excelente Orson Welles; Akim Tamiroff como el cliente humillado del abogado ensalza sus dotes interpretativas y vuelve a trabajar con él (trabajó con Orson en «Sed de mal», «Campanadas a Medianoche», «Mister Arkadin»…); Romy Schneider como la enfermera del abogado, personaje correctamente encarnado que representa un rescoldo de cordura y desaire; y Jeanne Moreau, como la vecina de Josef K. en la que «la mejor actriz del mundo» hace un papel brevísimo.

Destaco el uso de abundantes planos secuencias (en la primera escena se aprecia) como potencializador de la fuerza narrativa y de la manifestación estética de la obra. La riqueza semántica de la obra viene motivada por la ambigüedad del relato, del que se pueden extraer numerosas reflexiones y conclusiones. Destaco esos magníficos decorados que potencian el efecto alucinador y surrealista de la obra.

 

Una obra bizarra, singular, intrincada y una sensacional visión de la existencia humana a través del prisma de la novela de Kafka.

 

10

 

500px_5_estrellas

Macbeth (1948)

welles.poster

País: Estados Unidos

Año: 1948

Duración: 105 minutos

Director: Orson Welles

Elenco: Orson Welles, Jeanette Nolan

Género: Drama

La magistral obra de William Shakespeare ha sido adaptada numerosas veces al séptimo arte, las versiones que destacan, a mi gusto son la de Akira Kurosawa «Trono de sangre» (1957), adaptación libre en la cual se aprecia un contexto diferente pues se ambienta en el Japón Feudal del siglo XVI, para mí sin duda una obra cumbre figurando entre mis diez obras favoitas

Orson Welles pese al escaso presupuesto que poseía para realizar la obra, consigue, gracias a su ingente talento, hacer una obra maestra intensa y desasosegante. Welles adapta íntegramente esta inmortal obra dotando al film con una poderosa carga dramática y un profundo intimismo tal cual la concibió Shakespeare. Obra filmada con escaso presupuesto, alejada de todo yugo hollywoodiense, durante un tiempo efímero, apenas tres semanas. Cabe destacar que se trata de la obra que más se ajusta a esta indeleble y magistral obra de William Shakespeare escrita en 1606. Obra excelsa, de subyugante atmósfera, que se adentra en lo más oscuro del ser humano representado por un general del ejército escocés corrompido por la ambición desmedida suscitado por las profecías perversas y certeras de las brujas o hermanas fatídicas. La ambición, el poder, la traición, la maldad, la venganza, los remordimientos, las consciencia se supeditan a merced de esta inmensa obra como la profunda temática que aborda una película portadora de una fuerza visual y una intensidad dramática abrumadora.

Film ambigüo, desde su planteamiento hasta su ejecución, que cautiva inmensamente debido sin duda a su fuerza narrativa y su intenso y eficaz vigor dramático. Obra artística muy compleja, de lenguaje, tanto cinematográfico como literario, denso y metafórico, en el que Welles hace un uso excepcional del montaje cinematográfico y de la propia composición de los encuadres para adentrarnos en una obra sugerente, ambigüa y genial, cargada de una atmósfera subyugante que recubre una cuidada y esmerada ambientación.

El cine y la literatura son artes que se complementan, y este es el caso en el que se fusionan con muchísima cadencia, Welles extrae del fascinante universo Shakesperiano unos personajes profundos y torturados, llenos de matices y obsesiones, cuyo exponente más visible es el protagonista. Aparte de una puesta en escena excepcional y de una dirección de los actores más que acertada, Welles nos traslada ,mediante encuadres herméticos y sugerentes, saciados de profundos claroscuros y brillos irreales, hacia lo más recóndito del personaje y su propia introspección, mediante la cual consigue desvelar sus temores e incluso una profunda y rotunda crítica hacia la existencia humana. Macbeth corrompido por la ambición, debido a la profecía de las hermanas fatídicas y a la posterior persuasión que se hace cargo su esposa Lady Macbeth (véase las numerosas lecturas que se hacen por dicha profecía)  es capaz de renunciar a sus principios y de cometer un espantoso asesinato de su Rey. A partir de esta base, simplificada sin duda, nos adentramos en un mundo de horror y crueldad, capaz de mostrarnos los sentimientos y acciones que se dan simultánemente, envueltos bajo un oscuro pesimismo. Ese contexto se nos presenta como una metáfora del estado psicológico de Macbeth, grutas abruptas, inmensas y tenues, como si de un alma oscura y decadente se tratase, luces irreales bajo una noche oscura, como si la destrucción y la muerte se apoderaran de todos los individuos.

Como siempre, este monumental ser llamado Orson Welles, a pesar de esas barreras es capaz de realizar otra pieza de culto absolutamente grandiosa. Gracias a ese, antes nombrado, uso del agilizado y audaz del montaje a la vez que bizarro y expresionista, y la formalidad del propio encuadre en el que abundan planos secuencias y ángulos extremos,  Welles supera esas barreras que para un cineasta de su calibre no son más que minucias.

Cabe destacar la cuidada y expresiva fotografía en un acertado blanco y negro, y la forma de sugerir en vez de mostrar (no desvelo nada) por parte de una obra barnizada con una plasticidad tanto visual como narrativa ensordecedora.

Destaco también, dentro de las interpretaciones, a la expresiva e intensa actuación del protagonista Macbeth encarnado por Orson Welles, personaje difícil atestado de cualidades intrínsecas y extrínsecas, de una profundidad psicológica apabullante, un Macbteh atormentado, desquiciado y cruel; de la esposa Lady Macbeth, interpretada por la actriz de teatro Jeanette Nolan con muchísimo esmero y precisión, como mujer pérfida y manipuladora, personaje difícil de interpretar sobre todo en el momento que su mente se desquicia. Destaco asimismo, a las tres hermanas fatídicas, Malcolm, Donalbain y Macduff con un muy destacado ejercicio interpretativo a la vez que el resto del elenco, gracias sin duda a la expresiva, elocuente y vigorosa dirección.

La estilización tanto formal como conceptual de los propios encuadres hace más plausible el modo de adentrarse en los recovecos interiores y en las propias reflexiones del propio Macbeth. En el film se adecua el uso de ritmo acorde a lo mostrado cuyo resultado final es cadente y satisfactorio, clara muestra del excelso rigor intelectual y artístico del propio cineasta. Filmado prácticamente en escenarios no naturales y con decorados artificales, en el que el espacio visual se acota y sin embargo Welles hace uso de él como disertación para mostrarnos que no es necesario mostrar tantos escenarios si se conserva la fuerza narrativa, dramática y el vigor expresivo.

Escasa vez se nos mostrará tal trascendental estudio de la conciencia, los remordimientos y la maldad humana. Recomiendo aun así que lean previamente la obra teatral de Shakespeare para que se comprenda mejor la obra, puesto que el uso del lenguaje que hace Shakespeare, tan sutil, intrincado y figurado puede dificultar su compresión si tenemos en cuenta que bastantes diálogos del filme de Orson Welles son propios de la obra teatral, los cuales se enuncian con una poderosa locuacidad y uno no sea capaz de digerirlo la primera vez, hecho que si sucediera deberían ir a por el siguiente diálogo.

Obra maestra imprescindible.

 

10

 

500px_5_estrellas

Ciudadano Kane (1941)

ciudadano-kane

País: Estados Unidos

Año: 1941

Duración: 120 minutos

Director: Orson Welles

Elenco: Orson Welles, Joseph Cotten, Everett Sloane

Género: Drama

Como primer aniversario del blog y coincidiendo con su visionado después de hace bastante tiempo le rindo homenaje a esta legendaria obra. La mítica obra de Welles la reponían en el Cine Doré. Cuando me percaté de la noticia no dudé en organizarme ese día para que ninguna adversa circunstancia me impidiera apreciar esta solemne obra. Llevaba desde el año 2012 sin verla, sin embargo analizada durante el 2013 y 2014 perenne en mi memoria aunque ciertas escenas las olvidara por el indefectible paso del tiempo.
Fue una sensación maravillosa volver a verla, apreciar este monumento del cine mundial.

Sin duda la película es una imperial e intensa obra de arte creada por uno de los genios más clarividentes que ha dado este mundo, que con tan sólo 26 años filmó esta piedra angular en el cine mundial.

En términos generales considero que la obra podría tratarse como una perfecta muñeca rusa, por más que quites capas siempre encontrarás algo que la hace única y por tanto excelente, porque cuando la cadencia y la composición de la obra ahonda tanto y traza caminos inusitados añadiendo nuevos horizontes en la creación artística con tanto vigor expresivo e intensidad la obra está condenada irremediablemente a ejercer de paradigma.

Ciudadano Kane destaca, primeramente, por la transgresión que provoca en los códigos cinematográficos, tanto en campo narrativo como visual, lo cual se trata de una obra rompedora con las limitaciones artísticas describiendo nuevas perspectivas. El magnífico Orson Welles inventa o constituye la profundidad de campo en el cual el plano corto, medio y general se encuadran a la vez, lo cual hace que el ojo humano pueda fijarse en cualquier punto de la imagen sin que esté predeterminado. Respecto a la narración considero que lo relevante no es el flash back, sino la sucesión de los mismos con elipsis incluidas capaces de dar saltos en el tiempo, ergo constituye una compleja arquitectura narrativa que la hace única. Y por último, siendo éste más subjetivo, la introducción del McGuffin o como me gusta denominarlo pseudo leitmotiv ya que se nos expone una temática, o un elemento del guion que consideramos relevante pero que después no lo es, sino una excusa para mostrarnos el avance de la obra, como podría suceder con «La aventura» (1960) de Michelangelo Antonioni (no desvelo para no estropear la obra)

Esta obra sin lugar a equívoco me resulta fascinante, en primer lugar he citado los apartados técnicos y ahora la disertación de la obra.
Si le quitamos a la nombrada muñeca este afán de transgresión nos hallaremos ante una obra desgarrada, intensa, profunda y emotiva. Welles, mediante su excelente dirección, nos muestra el auge y la decadencia de un magnate del periodismo de forma magistral, interpretado por él mismo, con una intensa profunda carga y fuerza dramática con un guión complejo y perfecto sustentado bajo una narrativa sublime y cadente. La obra se compone de escenas cargadas con intenso intimismo y profunda introspección, sobre todo en la segunda mitad de la obra. Se podría considerar también, dentro de sus múltiples vertientes, como una reflexión sobre el auge y la decadencia, el paso del tiempo y las ilusiones anheladas y extraviadas que se difuminan única y exclusivamente en el ocaso, que es la muerte, y el canto de un hombre solo abocado irremediablemente al más hondo ostracismo personal pese a la fama adquirida, acumulando bienes materiales para intentar saciar y sofocar ese profundo vacío a causa de una existencia paulatinamente alienada.

La maravillosa fotografía en blanco y negro apoyada bajo la transgresión de la mencionada profundidad de campo más los marcados y contundentes claroscuros que trasmiten un vigor expresivo sensacional marcan un estilo exclusivo y cuidado, esmerado y concienzudo.

La dirección de Welles es otro hito memorable en esta mastodóntica obra, en la que abundan excelsos travellings, planos secuencias, movimientos grúas, contrapicados, encuadres a través de espejos y cristales rotos etc. encuadrados en el momento y situación justa con finalidad exclusivamente artística, y con una intención de dotar a la obra mediante la riqueza que albergan las posibilidades cinematográficas, matizar y recargar de una mayor profundidad a la película. Encuadres de gran fuerza y belleza visual inherentes a un poderoso castillo dramático y agudeza narrativa.

No sería la obra tal como la concebimos si no fuera también por el fascinante y agilizado montaje, una de los elementos capaces de modificar el mensaje o trasfondo de la obra, elemento que Welles también concebía plenamente. En la obra se nos presentan transiciones, mezcla de archivos documentales (ficticios), superposición de planos, la combinación de los mismos con fines simbólicos; todo unido y entrelazado de manera armoniosa, comprendido en un montaje poético y a la vez narrativo, compuesto por difeerentes enfoques y adaptados a cada situación en la propia obra.

La puesta en escena es indudablemente deliciosa, con interpretaciones memorables del protagonista Orson Welles y Joseph Cotten entre los más conocidos. Personajes complejos cargados de matices, sobre todo el protagonista, en el que Welles introduce un ser de una ambigüedad moral y psicológica inevitable con luces y sombras.
Orson Welles otorga mayor opulencia a la obra mediante la alternancia de discursos objetivos y subjetivos correspondientes a los flashes back, proporcionando esa citada ambigüedad en el personaje, subjetivo respecto a las diversas valoraciones de las personas vinculadas a él; y objetivo pero incompleto, al documental inicial sobre su vida. Ergo Welles hace que el espectador constituya su propia reflexión sobre este personaje, sin influencia ideológica alguna.

En la obra se puede observar una crítica (como telón de fondo) a la doble moral e hipocresía en la sociedad americana como en la escena que descubren a Kane y una joven por una estrategia trazada de su esposa y otra persona (no revelo) con fines políticos (justo después de realizar el mítin como candidato a gobernador). También analiza la relevancia de la prensa, denominada el cuarto poder y a la manipulación de la verdad con fines políticos y económicos.

La influencia de la obra en la propia sociedad fue, entre otras muchas, por la crítica al magnate de la prensa que dominaba en ese momento: William Randolph Hearst.
El contexto de la obra es sensacional y adecuado en cada momento, alumbrado bajo una etérea y expresiva atmósfera cuyo exponente más apreciable es la escena del castillo en la que se aprecia a Charles Foster Kane en segundo plano y a su esposa en primer plano albergados bajo un fastuoso y vacío palacio en el que el tedio, la monotonía y la impotencia se apodera del contexto.

Los diálogos son otro gran punto de esta inmensa película así como los gestos y expresiones. Diálogos expresivos, dramáticos alternados con cómicos para relajar la tensión, de ahí que la gran capacidad de Welles para cambiar de registro dramático a cómico o la alternancia de los dos sea fascinante. Los gestos condenan a la obra a inmortalizarse, me quedo con uno, con el plano en el que se aprecia a Welles en plano general tomado desde la puerta en el cuarto de su esposa tras marcharse ella, en soledad, impotente, derrumbado.

Como curiosidad añado que cuando el proverbial Akira Kurosawa realizó la obra de arte “Rashomon” (1950), hubo una gran especulación sobre si había copiado la estructura narrativa de “Ciudadano Kane”, pero sin embargo él lo negó y en ese momento afirmó que todavía no la había visto. Si Welles no la hubiera introducido seguramente que Kurosawa lo hubiera hecho.

Fascinante historia, proverbial final y contundente profundidad dramática, visual y estilística para un clásico monumental.
Una de las obras más grandes jamás filmadas. Welles decía: «Todos niegan que soy un genio, pero yo jamás he dicho que lo sea» Tranquilo Orson siempre lo serás, las luces que más brillan son las que por mucho que les boicoteen siempre estarán en el firmamento.

 

10

 

500px_5_estrellas