País: Francia
Año: 1961
Duración: 95 minutos.
Director: Alain Resnais
Elenco: Delphine Seyrig, Giorgio Albertazzi, Sacha Pitoeff.
Género: Drama, Intriga, Romance.
¿Qué es el séptimo arte? ¿Por qué se denomina así? ¿Por qué es un arte? Para responder a estas preguntas simplemente hay que poner ejemplos de películas, no definirlo con palabras, sino con ejemplos de películas. Filmes, obras cinematográficas que definen porqué el cine es un arte, y hasta dónde puede llegar. «El año pasado en Marienbad» es un claro ejemplo de arte puro, de belleza extraña y arrebatada, una de mis tres películas favoritas.
Perfecta obra maestra del séptimo arte, una auténtica obra capital de la Nouvelle Vague en su apogeo, de una perfección y una belleza cinematográfica casi imposible de conseguir. Alain Resnais juega con el espacio y el tiempo, conjugándolos y distorsionándolos de una manera que llega a la más pura abstracción. Planos de belleza infinita, de absoluta perfección cinematográfica, a la mayor belleza visual y a la capacidad del séptimo arte de emocionar hasta llegar al más arrebatado paroxismo. Todo ello en una estructura narrativa de perfección experimental, jugando con los flashbacks y las ensoñaciones, extrayendo del surrealismo lo más bello y puro.
Dos personajes movidos por un contexto bello, barroco y extraño (que se alinea con la experimentación perfecta del espacio y el tiempo), en el que el tiempo cinematográfico muchas veces los detiene y juega con ellos. Personajes llevados por su propio destino y por sus sentimientos hacia la mayor cumbre del arte, hacia la mayor expresión de lenguaje cinematográfico, hacia cumbres ignotas hacia túneles, puertas y zonas nunca llegadas.
Resnais explora el paso del tiempo, la memoria, la fugacidad de la vida y la pureza del amor de una manera fascinante, con esa perfecta dirección y fotografía, de perfectas sombras, de un uso talentoso de la profundidad de campo y los travellings, en el que la exploración visual llega a su más absoluto excelso nivel, en el que la brillantez de sus encuadres y su perfecta composición de los mismos hace a uno llegar a notar la más absoluta plenitud cinematográfica. En un ritmo lento, pausado, como una odisea hacia al Olimpo, en una barca que llega a la costa azotada levemente por el oleaje. Un hotel barroco donde no se nota el paso del tiempo (barroco, recargado y complejo, como el filme), donde el tiempo parece que se para y no atiende a ninguna razón física, solo a una travesía, a una fase, que se repite cada año, cada instante. Y los protagonistas fantásticos, Delphine Seyrig en un papel memorable, extraño; sin duda un mito. Giorgio Albertazzi llega también a la cumbre, encarnando a un personaje que persuade a A (Delphine Seyrig), para deje a su marido y se fuguen para siempre, pero que ella le hace una promesa de que al año siguiente lo harán… pero no recuerda ella ese momento al transcurso de un año. Una de las películas más desconcertantes y misteriosas que se pueden visionar, todo ello transcurrido en un hotel barroco, todo el filme en ese grandioso hotel.
Una de las películas que más me emocionan, me sorprenden, me conmueven y me apasionan. No puede haber más palabras para definirla, únicamente visionar esta auténtica obra maestra del séptimo arte, en la cumbre del más allá de la perfección y la belleza, en todo su esplendor en una época cumbre del séptimo arte, como son los 60, cargado de cine complejo, bello, fascinante, filosófico y transgresor, toda una obra de arte, cuando el cine era CINE.
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