País: México
Año: 1962
Duración: 88 minutos
Director: Luis Buñuel
Elenco: Silvia Pinal, Enrique Rambal, Jacqueline Andere, Claudio Brook
Género: Drama, Intriga
Sin duda una de las obras más lúcidas y fascinantes del genio Luis Buñuel en la cima creativa de su contundente trayectoria. Obra amarga y asfixiante en el que un grupo de burgueses quedan atrapados inexplicablemente en el salón de la mansión de uno de los anfitriones y son incapaces de salir. La situación provocada en la obra sirve de subterfugio para retratarnos una alegoría compleja y destructiva sobre el aislamiento y la autodestrucción de una clase social que se encierra en sí misma. A través de una excelsa dirección que dota a la obra de una incontestable fuerza expresiva y un cadente rigor estilístico y discursivo, Buñuel disecciona las características e idiosincrasias de una clase social que debido a su individualismo radical y absurdo, su cinismo y talante reaccionario aderezado bajo las convenciones sociales, incompatibles con posturas colectivas en pro del bien común, ven imposible la huida y se encierran en discusiones absurdas, en acciones inconexas y en comportamientos agresivos y misántropos donde reina el egoísmo, la violencia y el rencor; dificultando la convivencia hacia límites insospechados.
La capacidad creativa y expositiva de Buñuel provoca las múltiples interpretaciones de esta intrincada alegoría.(desde análisis sociológico-morales, recorriendo lo antropológico hasta el eterno-retorno satírico) A medida que avanza el filme el trato cortés y las convenciones sociales son reemplazados por el instinto más primitivo de supervivencia matizado con patrones de conducta execrables que se van desvelando, instinto que comparten todos los seres humanos independiente de cualquier condición.
Paralelo y simultáneo a este desenvolvimiento dramático, se va instaurando una atmósfera malsana y opresiva creada bajo un dominio visual absoluto capaz de extraer todas las posibilidades expresivas en un contexto visual reducido, explorando ocularmente cada rincón de tal forma que la sala con la que convivimos expectantes junto a estos anfitriones en la calle Providencia (irónico hasta el nombre) nos muestre rincones que desconocemos, debido a la visión en diferentes ángulos, una maravilla. Una de las enormes proezas de la obra consiste en mantener la tensión dramática y emocional, el avance narrativo y la capacidad discursiva así como la contundencia expositiva prácticamente sin salir de la sala (excepto las escenas que comprenden en la misma calle Providencia y alguna otra que prefiero no desvelar). Esta magnífica exploración visual es propia de un talentoso y artístico cineasta, donde dota a sus encuadres de una composición envidiable, milimétrica (acorde a sus pretensiones expresivas y semánticas); que son revelados gracias a un magnífico uso de la cámara (donde se abre el cuadro a creaciones visuales arriesgadas),y a una contrastada fotografía de profundidad visual y profundos contrastes que condicionan la latente tensión de esta hipnótica parábola, arrojando imágenes formadas con nervio frío y pulso seco, contundentes.
La evolución psicológica de los personajes es acorde al avance dramático que adquiere la situación, donde nos desnuda sus más profundas pretensiones.
Otra lectura simbólica de la obra que extraigo es que el cineasta hace uso del Surrealismo para profundizar en el verdadero Realismo, o lo que es similar, que el hecho de encerrar ilógicamente a unos personajes es la excusa para desnudar la realidad, es decir y reiterándome irremediablemente, el encierro es el pretexto para mostrarnos como realmente son.
Asimismo la obra está ornamentada de un magnífico humor absurdo, surrealista y negro para resaltar el contenido semántico (aparte de ser el sello personal del autor) envenenando el ambiente.
Otro factor que encumbra a la obra, entre esas numerosas virtudes, también se debe no solo a la evidencia simbólica, sino a la capacidad alegórica, como le sucede a Viridiana; al sentido último de su obra, la catarsis final que trae consigo lo demás desvelándolo o el leit motiv semántico que articula las diferentes reflexiones. En contadas ocasiones la simbología se torna obvia, ya que su principal pretensión no consiste en la lectura simbólica de objetos, sino la interpretación figurada de situaciones, la catarsis máxima de una parábola, en este caso, profunda, inteligente y determinante. Buñuel citaba «El misterio es el elemento clave en toda obra de arte», sin duda la frase es tan acertada como esa pretensión en esta película, es decir, plena.
Grandes obras maestras han condensado el espacio visual a un espacio reducido, como La ventana indiscreta, La huella, Gertrud o Doce hombres sin piedad, donde estas guardan un patrón análogo a la creación que nos ocupa, la sólida puesta en escena. Lo realmente complejo es la dirección de los actores en un espacio visual tan cercado y tratándose además de una obra de tan indudable contundencia. Si tenemos en cuenta que el cuadro y la puesta en escena deben ir acordes a las pretensiones discursivas y expresivas del cineastas y su obra y deben crear movimiento para que la obra fluya, El ángel exterminador lo cumple sistemáticamente. Su excelsa puesta en escena completa el vigor compositivo de cada plano articulándose por medio de un excepcional montaje para formar una colosal obra cinematográfica.
Cabe añadir las magníficas interpretaciones donde no es fácil encarnar a unos personajes con tanta veracidad y soltura, destacando la colaboración de su musa Silvia Pinal como uno de los presentes en la sala, que particularmente difiere en el proceder respecto a los demás invitados.
La propuesta arriesgada de Luis Buñuel torna en una obra de arte, que bien a manos de otros cineastas podría haber caído en el ridículo o en la impotencia discursiva inherente a su carga alegórica.
Finalmente, constituye un drama opresivo y angustiante, que surca en medio de lo racional y lo onírico sin decantarse para reforzar la potencia del relato.
Obra maestra.
10