Cine Japonés

La calle de la vergüenza (1956)

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País: Japón

Año: 1956

Duración: 85 minutos

Director: Kenji Mizoguchi

Elenco: Machiko Kyô, Aiko Mimasu, Ayako Wakao, Michiyo Kogure.

Género: Drama

 

Obra póstuma de Kenji Mizoguchi. Mizoguchi falleció desgraciadamente a la edad de 58 años, el 24 de agosto, a causa de una leucemia fulminante, sin poder ver como se estrenaba esta película. Respecto al tema de la prostitución Mizoguchi se vió notablemente influenciado por visitar casas de geishas en los años 20, tras una fuerte crisis personal marcada por, entre otros factores, la insatisfacción de hacer películas de encargo y por el terremoto que sacudió a Tokio en 1923, arruinado y devastando gran parte de la ciudad. De ahí que hiciera, a posteriori, un documental sobre este terremoto.

La película, es sin duda, una obra maestra. Un desgarrador e intenso filme de fuerza y rigor dramático inaudito, que aborda, con sensibilidad inigualable propia de Mizoguchi, el drama de la prostitución reflejado en un burdel situado en un barrio del extrarradio de Tokio llamado «El País de los sueños». Mizoguchi disecciona minuciosamente la vida de estas prostitutas, sus vaivenes emocionales, las causas que le llevaron a ejercer la prostitución, su situación tanto personal como familiar; de manera magistral, lírica. «La calle de la vergüenza» es un magnífico drama intimista, de encuadres introspectivos, desgarradores; película de magníficas sombras y claroscuros (habitual en la filmografía de este indispensable cineasta). Un film personal y humilde, con unas interpretaciones soberbias, en las cuales se caracterizan por interpretar a personajes cargados de matices y profunda vida interior; recayendo principalmente en la figura femenina, en la cual Mizoguchi se vuelve a centrar indagando sutilmente en su propia intimidad, exponiendo con maestría irreemplazable sus deseos, sus profundos anhelos. Es complejo abordar con tanta certeza y lirismo el drama de la prostitución, pero Mizoguchi lo realiza brillantemente, con una dirección excelsa, con rigor, lirismo, humildad y sensibilidad, de belleza visual exquisita y brillante fotografía en blanco y negro, todo esto creando una composición de perfectos planos armoniosa y profunda.

Película lenta de memorables diálogos y destreza narrativa, dando prioridad a cómo les sucede a los peronajes en vez de qué les sucede, de desgarradoras situaciones y de escenas bellas y bucólicas, en la cual se vierte un rayo de esperanza, de ilusión en un panorama desolador. Personajes sinceros, en la cual se aprecian la bondad y generosidad de personajes encontrados en esta situación por el ignoto destino (la relación entre las prostitutas y la casera es estremecedora) conviviendo día a día en esa casa de citas. Las relaciones entre las prostitutas y sus clientes, así como entr ellas; es expresado por Mizoguchi con la mayor verosimilitud y pureza. También y no menos importante, es un desgarrador análisis de la condición humana, aunado en ese prostíbulo; todo ello confortado bajo un humanismo aplastante de cualquier postura misántropa. Exquisita composición de encuadres (citado previamente) , de planos medios, de angulaciones con fin intimista; una obra personal espléndida. Una obra que trasciende al más puro espíritu humano. El drama se moldea aun más cuando en la película el parlamento está a punto de ratificar una ley que prohíba la prostitución, dándole matices a la obra, de personajes coartados y situaciones tensas, de un profundo anhelo de escapar de esa situación. Una obra de expresada en el más puro y sincero lenguaje cinematográfico, empleado como vehículo de realización de esta intensa obra.

Una película para apreciar y disfrutar, obra maestra del séptimo arte.

10

500px_5_estrellas

 

Sanjuro (1962)

Sanjuro

País: Japón

Año: 1962

Duración: 95 minutos.

Director: Akira Kurosawa

Elenco: Toshiro Mifune, Tatsuya Nakadai, Takashi Shimura, Yoshio Inaba, Seiji Miyaguchi.

Género: Acción, Aventuras, Drama

 

Brillante, se me hace imposible transmitir más pasión y más admiración y amor a mi cineasta favorito. Me la ví en junio del año pasado y me pareció una muy buena película, me la he volví a ver este pasado agosto con la grata sorpresa de ver esta obraza maestra, eso sí, para mí, no a la altura de Yojimbo.

Obra maestra absoluta, película vasta e inmensa. Un conjunto de samuráis están decididos a acabar con la corrupción reinante, a quienes se les une un samurái que va por libre (Toshiro Mifune). Magnífica ambientación y puesta en escena arrolladora de coreografías y dirección de los actores maravillosa, con una dirección otra vez excelente y talentosa de Akira Kurosawa, con un uso de la cámara magnífico (los travellings, las grúas, los breves planos secuencias) y la maravillosa fotografía en blanco y negro destacando el uso de la profundidad de campo y las sombras en cada encuadre.
Visualmente fascinante, de potencial plástico abominable, cada encuadre, de una perfección y un porte desgarrador.
Filme de potencial narrativo asombroso, y de guión milimétrico y ajustado; todo a ello de ritmo trepidante y ambicioso.
Y de trasfondo, como siempre en Kurosawa, un mensaje de doble fondo humanista, reflexivo (esta vez de menor intensidad pero se mantiene), como la serenidad y el uso de la astucia y la inteligencia, en vez de los impulsos y la violencia desmesurada para un fin, también la confianza del ser humano con los humanos en sí (me recuerda en su modo, a la brillante «Rashomon»), y la unión de un conjunto para conseguir la verdad y la justicia.
Aparte del latente pero permanente trasfondo dramático, un film magnífico de Acción y Aventuras, trepidante y emocionante en una época resplandeciente para el séptimo arte. Además, posee matices cómicos en muchos diálogos, que corresponden a Tsubaki Sanjuro (Mifune), que enriquecen el filme. Película de grandes interpretaciones, principalmente del legendario Toshiro Mifune y también de los grandísimos Takashi Shimura y Tatsuya Nakadai, para mí tres de los mejores actores de toda la historia del séptimo arte. Protagonista cargado de matices y características, notándose en sus expresiones y gestos.

Una película excelente, maravillosa, estimulante, del mejor cineasta de la historia.

10

 

500px_5_estrellas

Los siete samuráis (1954)

Los_siete_samurais-914194246-largePaís: Japón

Año: 1954

Duración: 205 minutos.

Director: Akira Kurosawa

Elenco: Toshiro Mifune, Takashi Shimura, Yoshio Inaba, Seiji Miyaguchi.

Género: Drama, Acción, Aventuras

 

Este magnífico año ha destacado también por volver otra vez a ver excelentes películas, como me sucedió con «Cuentos de la luna pálida de agosto», por ejemplo, o con Rashomon, o también con Sanjuro. Y la casualidad de que a la segunda vez que las veía me apasionaban mucho más, más que la última vez vista; y «Los siete samuráis» no ha sido ninguna excepción de esta regla. «Los siete samuráis», una de las grandes obras maestras del cine mundial, dirigida por el legendario y proverbial cineasta Akira Kurosawa, de duración épica, tres horas y veinticinco minutos, de puro cine. Vista en tres veces, por inconvenientes que depara el ignoto destino o por hechos lógicos y usuales. Y la verdad, qué felicidad de vérmela de nuevo.

Grandiosa y legendaria obra maestra del cine. Obra de potencial plástico inigualable, un magistral ejemplo de potencial narrativo y perfección dramática. Una composición perfecta de planos de belleza visual apabullante, de primeros planos, travellings y grúas que trascienden a lo más grande del cine, de una riqueza artística exclusiva de los grandes del cine, en el Olimpo de la expresión cinematográfica. Un filme humanista y desgarrador, cargado de símbolos y escenas antológicas quedándose intactas en lo más hondo de los recovecos de la memoria, en el que la unidad, la confianza y la astucia hacen frente a la maldad, la injusticia y la adversidad.

Desgarrador análisis de la condición humana en el Japón Feudal del siglo XVI, exhaustivo y profundo análisis de las clases sociales.

Un filme de perfectas sombras y dirección apabullante, cómo no del espléndido y humanista Akira Kurosawa, realizando otra dirección perfecta y con muchísimo pulso y rigor en pleno apogeo de su grandeza perenne, con una antológica dirección de los actores. Y «Los siete samuráis», cabe comentar, poseedor de una excelsa fotografía en blanco y negro, de una belleza y profundidad que sacia los deseos más profundos de llegar a la plenitud, de brillantes claroscuros, de antológicos travellings y grúas, como he comentado, así como primeros planos o travellings circulares, matizando aun más como su reposado potencial cinematográfico. Todo esto sustentado por un guión ajustado y milimétrico en el que no falta ni un ápice, ni un matiz para redondearlo, es impecable, una maravilla, un prodigio de la inventiva y la planificación, de la manifestación externa e interna de una inteligencia, un trabajo y un humanismo que permanece y permanecerá indeleble en el autor.

Escenas, planos de gran potencial lírico, diálogos trascendentes y a la vez sencillos. Grandes momentos cargados de intensidad, de desgarramiento, pausados, emotivos.

Y seguimos con las interpretaciones, de manera reiterada, magníficas. Mifune está descomunal y Shimura inmejorable; los otros cinco samuráis están formidables.  Brillante otra vez la forma de expresarse y articular, de moverse y hablar, sin duda un prodigio de la interpretación y de la puesta en escena. Todo va acompañado de personajes complejos, con matices y características singulares que los hace únicos.

Es un filme complejo que ahonda más allá de la mera apariencia, cómo dije, por un trasfondo humanista y reflexivo así como un análisis de la condición humana, que hace recordar a «Rashomon». La fuerza, tanto narrativa como visual, tanto dramática como lírica; evoca a este filme como uno de los paradigmas de las grandes obras del séptimo arte. Kurosawa vuelve a alternar momentos intensos de ritmo frenético y pausado, en tono reflexivo. Crítica al egoísmo, al individualismo, a la injusticia, a la hipocresía y a la maldad, así como los reveses del ignoto destino y la pobreza y desesperación. Todo ello se desmonta con una visión humanista y esperanzadora que hace retumbar en lo más profundo del ser: la unidad (como dije antes) de las personas contra la injusticia y la maldad, haciendo frente a los villanos y a los poderosos, todo ello a pro de conseguir la serenidad, la paz , la felicidad y la justicia. Este grupo de samuráis que contratan los campesinos, accede únicamente a cambio cobijo y comida, nada más. El proceso de búsqueda de samuráis es una delicia, brillante en una duración épica. Este film es la perfecta síntesis perfecta de drama, acción y aventuras  combinado con momentos cómicos y reconfortantes de excelso avance narrativo.

En conjunto conforma todo una armonía cinematográfica del mayor nivel alcanzado, de una síntesis combinatoria de todos los elementos que conforman una obra, alineados para crear arte. Todo fluye, avanza constantemente in crescendo hasta llegar a la más absoluta plenitud.

1954, año que el mundo se postró ante una cantidad de obras maestras provenientes de Japón (de nuevo), como «Los amantes crucificados y «El intendente Sansho» de Kenji Mizoguchi, o este grandioso film que estoy comentando: «Los Siete Samuráis», de Akira Kurosawa, sin duda tres grandes joyas del cine mundial, tesoros inclasificables o incalculables debido a su valor, toda una maravilla; larga vida al eterno rey del cine, Akira Kurosawa.

 

500px_5_estrellas

Rashomon (1950)

Rashomon-166287858-largePaís: Japón

Año: 1950

Duración: 90 minutos.

Director: Akira Kurosawa

Elenco: Toshiro Mifune, Takashi Shimura, Machiko Kyô, Masayuki Mori.

Género: Drama, Intriga
Japón siglo XII, siglo de devastación de Japón por las guerras feudales. Día de lluvia torrencial, tres hombres cobijados en un templo en ruinas esperando el fin de la tormenta.

Así comienza este babilónico filme, una obra grandiosa filmada a mano de un cineasta colosal. Kurosawa explora el debate filosófico de la verdad, la condición humana, la objetividad e imparcialidad, la devastación del momento así como la deshumanización codiciada por los intereses propios, en el que aflora la maldad, la mentira, el egoísmo o la hipocresía, todo ello narrado en unos magníficos flashbacks (los diferentes puntos de vista de los acusados y el testigo mudo de los hechos). El filme, que posee una estructura narrativa perfecta, llega a la cota de mayor belleza cinematográfica, de una fuerza visual fantasmagórica y onírica, así como una belleza visual y un potencial lírico pocas veces vivido en el séptimo arte.

Un guión maravilloso, perfectamente estructurado e hilado, de diálogos grandiosos. Y a estos factores se le unen el opulento talante y potencial narrativo y dramático de una destreza insuperable, enfatizado por las desgarradoras interpretaciones y la descomunal puesta en escena, situada en un contexto y una atmósfera onírica, realista, impresionista. Mifune vuelve a realizar un papel legendario, en el que la rapidez de sus gestos y la espontaneidad indeleble de sus acciones vuelven a potenciar más su vasto talento interpretativo. Shimura, vuelve a encarnar un papel de hombre pensativo, benévolo, humanista de manera magistral, de gestos inmortales. Personajes de ideas contradictorias, narraciones de cada víctima y culpable diferentes, todo a pro de favorecer a uno mismo.

Y ahora con la dirección de Kurosawa: no se puede realizar mejor, esa perfecta composición de planos líricos, bellos y apasionados, de detonante belleza plástica; ese desgarrado, analizado y esperanzador talante humanista;esos travellings, planos medios, ese uso brillante de la profundidad de campo y las sombras, como el perfecto retrato del contexto en general, todo estas características de un cineasta legendario en una maravillosa fotografía en blanco y negro.

Un film que se siente, que te atrae, que te emociona, que te intriga (la trama, ¿quién dice la verdad?, ¿por qué?), y pone en bandeja uno de los dilemas filosóficos, éticos y humanos más interesantes, la verdad.  Filme misterioso e intenso, sin duda, de incesante ritmo.

En resumen, obra maestra, filme grandioso e intenso, de un desgarrado y apasionado humanismo y un fuerte lirismo. Una obra indispensable.

10

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Los amantes crucificados (1954)

Los_amantes_crucificados-955697818-largePaís: Japón

Año: 1954

Duración: 98 minutos

Director: Kenji Mizoguchi

Elenco: Kazuo Hasewaga, Kyoko Kagawa.

Género: Drama

 

Obra maestra de inagotable belleza visual y fuerza dramática. Apasionado y triste relato sobre dos almas encontradas y ahogadas en el contexto en el que se sitúan. Excelente melodrama, de una dirección soberbia, pausada, reflexiva, poética, intimista, muy característico del magistral cineasta Kenji Mizoguchi.

De planos secuencia antológicos y travellings apabullantes, todo ello de una fuerza onírica y lírica abrumadora. Cada encuadre es pura belleza, íntima, desgarradora.

Interpretaciones fantásticas, bordando la teatralidad, de personajes con muchísimos matices, en el que los dos protagonistas son sometidos a costumbres y normas que les coartan y les privan de la más absoluta libertad, dos almas en pena que se encuentran en un ambiente duro y triste, que el destino, por pura casualidad o por voluntad divina, les une. A nivel técnico no es la más rica en movimientos de cámara de todas las de Mizoguchi (la inmejorable «Cuentos de la luna pálida» o la desgarradora obra maestra «El intendente Sansho poseen muchos más travellings y grúas), aun así eso no palia su grandísima calidad y grandeza. Con escenas míticas y realmente en el olimpo cinematográfico como la escena del lago y la barca, o la de la cabaña. Y otra vez la perfecta fotografía y dirección y esos maravillosos claroscuros, como los rayos del sol incidiendo a través en la cabaña, para representar un contexto de la más absoluta divinidad.

De un ritmo pausado y sosegado que trasciende a la más perfecto reposo artístico en su plenitud, con encuadres introspectivos que trascienden a lo más hondo, de una perfección de talento innato, alcanzado por pocos cineastas.

Un filme tierno, humilde, desgarrador, poético, triste, pausado y libertador. Un melodrama excelente, obra maestra absoluta.

10

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Onibaba (1964)

Onibaba-121434263-largePaís: Japón

Año: 1964

Duración: 103 minutos

Director: Kaneto Shindô

Elenco: Nobuko Otowa, Jitsuko Yoshimura, Kei Sato.

Género: Drama, Terror, Fantástico

 

Excelente obra de Kaneto Shindo, una excelente metáfora visual sobre las consecuencias de la guerra: hambre, miseria y pobreza, que se ve reflejada en el contexto y en la madre del guerrero y su esposa. Con una perfecta dirección y fotografía (cada encuadre es puro lirismo cuando representa a la propia naturaleza de un pictorismo y poder visual abrumador), Onibaba es un tenebroso poema visual que retrata el instinto del ser humano, los actos primitivos y el lado oscuro de nuestro propio ser, a causa de una situación desastrosa, como en este caso, la devastación que está dejando la guerra . La madre y la esposa del guerrero asesinan a señores de guerra para vender sus atuendos, escudos, espadas samuráis, a cambio de comida, no para enriquecerse, sino para alimentarse y sobrevivir. El deseo y la obsesión sexual de la mujer del guerrero en paradero desconocido siguen vigentes y aumentan con creces a lo largo del tiempo, llegando a su punto álgido cuando llega un guerrero exiliado de la guerra. Este impulso sexual se ve agrandado, hecho que a la madre del guerrero le provoca desazón, y va aumentado un lado oscuro, matizado por la insatisfacción y el rencor.

Una dirección pausada, espléndida cada plano, de una fuerza onírica y visual esplendorosa. A un ritmo pausado y sosegado con momentos emotivos y sobrecogedores, el avance de la acción narrativa es movido por las circunstancias del propio contexto, y no por el usual desenvolvimiento de la trama en la mayoría de las películas (no hay una trama en sí, de desenvolvimiento de la misma, sino hechos perturbadores sucedidos a lo largo del tiempo cinematográfico). Onibaba es una experiencia, es un viaje a lo más oscuro del ser, una mezcla perfecta de drama y terror, de realismo y fantasía.

Y unas interpretaciones sublimes, que recaen en las dos protagonistas. El pozo negro donde tiran los cadáveres es una perfecta metáfora visual sobre lo más oscuro del ser humano, un pozo negro y profundo, que reinan actos primitivos del ser humano para la propia supervivencia.

Concluyendo, una obra maestra impepinable cuyo poder visual es determinado por cada perfecto encuadre, y, aparte realiza, una crítica a la guerra, que el ser humano es el único que la causa, y a sus consecuencias. Un film oscuro, tenebroso y dramático, a la vez que sugerente y sobrecogedor; realizado por un magistral cineasta que supo desnudar la condición humana con una gran lucidez para trazar un demoledor retrato de la fragilidad de la misma.

10

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El arpa birmana (1956)

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País: Japón

Año: 1956

Duración: 118 minutos

Director: Kon Ichikawa

Elenco: Rentaro Mikuni, Shôji Yasui

Género: Drama, Bélico

 

«¿Mizushima, dónde estás?» Probablemente sea una de estas frases que siempre retendré en mi memoria, y todo se lo debo a este monumental filme.

Japón está a punto de firmar la paz en Birmania, en el año 1945, epílogo de la II Guerra Mundial, entre uno de los soldados se encuentra Mizushima, un soldado pacífico que toca el arpa como elemento pacificador y sereno. Después de comunicar uno de los oficiales la rendición de Japón, encarga a Mizushima la tarea de mediar con los soldados que se están encarnizando en una batalla brutal con los ingleses en unas colinas. Y él va a mediar… Hasta ahí destripo parte de la trama de esta película, no quiero contar nada más de la trama de esta desgarradora obra maestra, una película que posee una fuerza dramática y lírica insuperable, con la magnífica dirección de Kon Ichikawa, cineasta Japonés no tan conocido que ha realizado filmes legendarios. Un film antibelicista y antimilitarista que retrata con crudeza y lirismo poético a le vez, los horrores del error más grave de la Historia mundial. La travesía de un personaje por Birmania (actualmente Mynamar) se convierte en toda una experiencia cinematográfica que nunca se olvidará. Pocas películas demuestran la grandeza de «El arpa birmana», un film triste, desgarrador, reflexivo, que ahonda en la devastación y en la relación del hombre con la naturaleza, a veces en páramos desoladores, y otras veces en frondosas selvas. Esas magníficas escenas de emotividad, de tristeza, todo agarrado con una sensibilidad y una dureza apabullante . La relación entre los soldados, sobre todo el especial cariño a Mizushima, es sobrecogedor. Planos infinitos de belleza, lirismo y dureza, de un grandísimo poder visual, con la excelente fotografía y otra vez reitero la dirección de Ichikawa, planos que llegan a cotas equiparables a Mizoguchi.

Unas interpretaciones contundentes hasta un nivel altísimo, sobre todo la torturada interpretación de Rentaro Mikuni, es decir, Mizushima. Esa travesía por Birmania, es desgarradora, es una experiencia irreemplazable y necesaria.

Y finalmente, la escena final, toda una maravilla.

Sin duda otra grandiosa obra de arte, un mito, una experiencia necesaria y reflexiva, poética y cruda, realista y esperanzadora, y encima vista en el Cine Doré, en pantalla grande, cuando salieron la letran de «fin», empezé a aplaudir como nunca lo había hecho.

10

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Los canallas duermen en paz (1960)

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País: Japón

Año: 1960

Duración: 153 minutos

Director: Akira Kurosawa

Elenco: Toshiro Mifune, Takashi shimura

Género: Drama, cine negro, thriller

Hay cineastas que han conseguido una obra maestra (que ya es mucho, no está al alcance de cualquiera), dos e incluso tres (que ya es excepcional y maravilloso), pero hay otros que han conseguido más de tres, e incluso más de cinco. Este es el caso del mítico Akira Kurosawa, mi cineasta favorito y el uno de los tres mejores de todos los tiempos. Con esta película van ya… nada más y nada menos que ocho obras maestras.

Aparte de un ejercicio sobresaliente de suspense, tensión y potencia narrativa, es un profundo ejercicio dramático en el que Mifune se lleva el grandísimo protagonismo, vaya interpretación, de 10. Corrupción, especulación urbanística, chantaje, violencia y venganza se juntan en este apasionado filme, en el que Kurosawa, con su habitual maestría y perfección cinematográfica combina por un lado, la trama general del filme (con su excelso hilo argumental (estén atentos a cada detalle), con el profundo análisis psicológico y dramático de los personajes, principalmente de Mifune. El honor, el dilema moral, la ética y la familia enriquecen aún más esta compleja película, caracterizando sobresalientemente a los personajes, y a veces poniendo más matices a la trama; y el desgarrado poder humanista, con escenas antológicas y abrumadoras, antológicas, de una atmósfera sobrecogedora, de encuadres de suma belleza y cargados de símbolos. Es un film que te mantiene con tensión a un ritmo fantástico, unas veces frenético, y otras veces pausado, sobre todo si se trata sobre diálogos con análisis retrospectivo e íntimo. Y qué decir de la dirección de Kurosawa, pues como siempre, impecable, toda una maravilla, con esos travellings retro, y esa presentación de contextos con una composición de planos del más alto nivel, y sus famosísimos barridos en algunas escenas. Todo con una gran atracción visual en la que uno no deja de mantenerse atento al más mínimo detalle, y sobre todo una venganza muy peculiar, en una maravillosa fotografía e intensa puesta en la escena, característico de las películas de Kurosawa. Todo esto con un trasfondo social que te da a reflexionar, sobre el cuarto poder, sobre la presión de las grandes compañías, sobre el exceso de poder, sobre la megalomanía y la ambición exacerbada por mantener el poder, aparte del nepotismo y el enchufismo, impresionante. Lo que les sorprenderá también es que el grandioso Takashi Shimura hace un papel de «malo» en el filme, no habitual en él.

Sin duda una película excelente y mítica. Pues otro diez para Kurosawa.

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El intendente Sansho (1954)

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País: Japón

Año: 1954

Duración: 123 minutos

Director: Kenji Mizoguchi

Elenco: Kinuyo Tanaka, Yoshiaki Hanayaki, Kyoko Kagawa.

Género: Drama

 

Si miramos bien el cine Japonés, encontraremos cineastas excepcionales y míticos, y, como es evidente, de obras grandísimas y excelentes como la que voy a comentar.

En pocas palabras, es un film excelente, una auténtica obra maestra con un ritmo lento, característico de Mizoguchi.

Desgarradora obra maestra de un cineasta inigualable, el magnífico Kenji Mizoguchi. Grandísimo filme que narra, con mucha fuerza dramática y potencial lírico, una historia de desigualdades, de crudeza, de despotismo, de represión, de sufrimiento, pero también de momentos bellísimos, líricos y tiernos que alcanzan las más altas cotas de majestuosidad cinematográfica.

Una madre a la que le arrebatan sus hijos por un engaño, y son vendidos por separado. Una película desgarradora, a la vez que bella. Con esa magnífica fotografía y dirección, pausada, poética, (otra vez los travellings (la escena de las flores con la madre, la sirvienta y los niños es conmovedora, o la de el palacio) y las grúas, y ese encuadre de planos paisajísticos perfectos, así como una representación insuperable del contexto de un cineasta excepcional, con esa mezcla (muy característica) de perfectos claroscuros aunque donde más se demuestra esta mezcla es ante la magistral «Cuentos de la luna pálida de agosto después de la lluvia». Un uso perfecto también del montaje en el que las elipsis temporales son representadas mediante un plano de unos cuantos segundos de duración, a pompas fúnebres japonesas, brillante. Una composición perfecta de los planos, de una belleza, de una riqueza artística exclusiva para muy pocos cineastas.
Esas apasionadas interpretaciones, de dos hermanos inseparables, con una química fantástica, y la de la madre, torturada de no poder ver a sus hijos. Filme desgarrador y poético, con una fuerza narrativa y visual escasas veces alcanzada en el séptimo arte (como pasa con «Cuentos de la luna pálida de agosto»), que ahonda, en la falta de libertad, en el despotismo, en la crudeza, en el inhumanismo, en la familia, en el amor maternofilial; añorando a pro de la justicia y la libertad.
Este magnífico filme me desgarró, me conmocionó, me emocionó, para mí ya un mito, una obra dura y a la vez preciosa; una de mis diez películas favoritas, una película mítica, una absoluta maravilla del cine mundial.

Larga vida a Mizoguchi, siempre estará presente.

Me quedo con un plano mítico para siempre: el plano final.

Obra maestra cumbre del cine mundial. Para mí una de las quince mejores películas de toda la historia.
10

 

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Cuentos de la luna pálida de agosto (1953)

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País: Japón

Año: 1953

Duración: 98 minutos

Director: Kenji Mizoguchi

Elenco: Machiko Kyo, Mitsuko Mito.

Género: Drama

 

El otro día estaba dispuesto a verme «El intendente Sansho» cuando pensé en la maravilla de «Cuentos de la luna pálida» que no me acordaba de partes del film, recordando la obra maestra que me ví en julio del año pasado.

La cojo de mi videoteca muy entusiasmado y me la pongo a ver. Se pone la pantalla el televisor en negro, y aparece ya el león de plata, y empiezan los títulos del comienzo del film.

Finaliza la película, y yo con los ojos de hielo, congelados, al observar tal perfección cinematográfica, tanta belleza, tanto lirismo, onirismo y dramatismo, con la sensación de satisfacción plena y absoluta al contemplar ya una de mis 15 películas favoritas, y del acierto de volverme a ver esta obra maestra justamente ese día.

Una obra de arte absoluta, con una dirección que marca la supremacía de un director irreemplazable, un mito del séptimo arte, con esa perfecta dirección (los movimientos de grúa para el comienzo de unas cuantas escenas o marcar el contexto cinematográfico es brutal, o los magníficos travellings) y esa absoluta maravillosa fotografía que alinea los claroscuros para crear una representación pictórica del más absoluto perfecto nivel. Una fuerza visual, narrativa, lírica y dramática pocas veces vivida en el cine, una belleza visual apabullante, y todo en ese magnífico blanco y negro

Una película bellísima (la escena de la barca es memorable, o la del palacio, o la del bosque), trágica, una fábula con una metáfora y un trasfondo legendarios en la historia del cine. Dos hombres campesinos que se marchan en plena guerra, dejando Tobei a su mujer y su hijo, y Genjuro llevando a su esposa, se ciegan con la codicia y la riqueza y les consume el egoísmo y el individualismo. Las interpretaciones de los papeles masculinos principales son muy grandes, pero lo que destaco son los papeles femeninos, de una riqueza, de un modo, de un estilo espectacular. Una fábula moral y ética de múltiples lecturas (la ambición desmedida, el egoísmo, «la avaricia rompe el saco», el individualismo feroz, ser feliz uno con lo que tiene no con lo que tendría), una atracción cinematográfica abrumadora, de tanta belleza, de tanta riqueza que es imposible describirlo, solo notarlo con la experiencia de ver esta perfecta película; todo ello a un ritmo pausado y sosegado.
La mezcla perfecta de onirismo y realismo, fantasía y realidad.

Sin duda una obra maestra del cine mundial.

10

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