Callejón sin salida (1966)

Callejon_sin_salida-758047010-large

País: Reino Unido

Año: 1966

Duración:  120 minutos

Director: Roman Polanski

Elenco: Donald Pleasence, François Dorleác, Lionel Stander, Jack Mac Gowran

Género: Thriller, Intriga, Drama, Comedia

 

Comentar esta maravillosa obra no es una tarea sencilla, tal vez no por la sensación que otorga el filme, manifestado a través de una crítica constructiva, sino en lo intrincado que resulta desvelar íntegramente su atractivo trasfondo así como las lecturas que se puedan extraer.

Polanski vuelve a filmar una de sus obras más bizarras y lúcidas en toda su sobresaliente filmografía. Este film es el tercer largometraje desde su ópera prima, el thriller psicológico y drama «Un cuchillo en el agua» (1962) y el segundo filme perteneciente a su etapa en el Reino Unido, que comenzó con la fascinante y a la vez trágica «Repulsión» (1965) y siguió ininterrumpidamente hasta el año 1968 que viajó a Estados Unidos para grabar una obra legendaria, y probablemente una de las más reconocidas, aunque no tanto como otras, «La semilla del diablo» (1968)

En esta obra se manifiesta, ineludible debido a la atracción del cineasta por reflejarlo y expresarlo con muchísima minuciosidad, la compleja evolución psicológica de los personajes. Esta obra maestra es sin duda una extraña parábola, una compleja alegoría de las relaciones humanas y la existencia a través de las manipulaciones psicológicas que se ejercen recíprocamente los miembros de esta heterogénea y dispar composición psicológica de la que son partícipes exclusivos. Esta obra la vi hace bastante tiempo (por noviembre del año 2013) y me fascinó en desmesura. Polanski establece una dirección con rigor y consistencia, adherida a un talante transgresor y bizarro que se refleja con suma claridad en el propio encuadre, capaz de trasladar las pesadillas surrealistas introspectivas a la pantalla con fuerza inaudita. Cada encuadre de la obra está establecido con un sentido que intenta desorientar incluso abstraer ante este laberinto psicológico, destilarnos mediante la composición de los mismos las características psicológicas del personaje con un sentido excelso de la forma. A esta perfecta, incluso abrasadora, catarata de encuadres se le añade una notable puesta en escena, compleja desde su planteamiento con la cual Polanski traza esta turbadora e intensa metáfora. Pero la fuerza que reside en la misma no sería igual de contundente sin la opulenta y desasosegante atmósfera que acompaña a la obra en su conjunto, que recubre la obra como si de algo recóndito se tratara, algo turbador y extraño, airoso y desesperado, diluviando y atormentando bajo la existencia de unos singulares personajes. Hace recorrer a los espectadores por un laberinto intelectual sin retorno en el que nos otorga diferentes interpretaciones mediante multitud de situaciones caóticas y surrealistas y diálogos ácidos y cínicos.

Polanski extrae una fuerza visual asombrosa, ensordecedora, que hace más posible la abstracción ante esta singular travesía, acompañado el filme de una singularidad formal de estilo muy depurado. Añado, que de esos magníficos encuadres, caracterizados por un indescriptible poder visual, se extrae la perfecta representación de los gestos, las miradas y las acciones a través de sugerentes planos generales y llamativos primeros planos. Polanski condensa el contexto visual al máxima cual lugar para el desarrollo de la acción narrativa es prácticamente un castillo y las zonas circundantes.

Numerosos encuadres me hacen recordar, sin lugar a dudas, a filmes magníficos del auténtico genio del séptimo arte: Orson Welles. Los intensos primeros planos, el uso del angular para distorsionar las formas… hacen rememorar, por ejemplo, a «Mister Arkadin» (1955), o «El proceso» (1962).  El objeto que impulsa a Polanski a crear esta composición se debe, nombrado anteriormente, para crear esa atmósfera kafkiana con profundos toques tragicómicos, y evidentemente una profunda carga psicológica.

En la obra destaca también la depurada y cristalina fotografía en B & W que hace de la obra una delicia artística de culto aun mayor.

Película poseedora de un fuerte magnetismo y de una inquietante ambigüedad. Un socio moribundo y un gánster, correctamente interpretados, se refugian en un castillo medieval en el que habitan un matrimonio cuyo diferencial de edad se aprecia con toda claridad. El marido es un paranoico pusilánime y la mujer es una pueril ninfómana, que suple el tedio y el vacío, así como la incomunicación que le proporciona ese matrimonio con actividades mundanas (en la cual una de ellas influye en la trama). En un principio el sujeto dominante es el gánster, pues posee una violenta coartada, atemorizando con la violencia y el terror: el revólver, con el cual domina y somete a los huéspedes para realizar sus deseos, entre ellos que no les delaten. Pero inexorablemente, esta relación de dominación va mudando hasta cambiar completamente los roles de cada sujeto, apreciándose claramente cuando llega la visita de unos vecinos.

Polanski va retratando a unos personajes psicológicamente densos e intrínsecamente débiles que se interrelacionan de uno u otro modo dependiendo de las circunstancias que los rodean. La obra en sí no posee un desarrollo narrativo lineal, sino, como sucede en «La aventura» (1960) o «La dolce Vitta» (1960) por ejemplo, se desenvuelve tras una sucesión de magníficas circunstancias componiendo una narrativa impecable con un gran sentido del ritmo acompañado por una eficaz y singular banda sonora.

Una alegoría bizarra, oscura, extraña, densa, única, una obra de culto, otra excelsa obra de Roman Polanski de puro cine de autor perspicaz y transgresora, dotada de una grandísima libertad y riqueza artística que Polanski redondea ahondando en las grandes posibilidades expresivas y visuales. Interpretaciones solventes y notables, principalmente de Donald Pleasance, encarnando al marido pusilánime e impotente, cuya contundencia interpretativa recae en la rápida expresividad y en la densa expresión facial propia de un personaje desequilibrado en el fondo y caótico; Lionel Stander, como el gánster violento e irracional; destaca también la aparición de Françoise Dorleác, hermana de Catherine Deneuve, que falleció, como dato, trágicamente en un accidente automovilístico en 1967, cuyo hecho impidió apreciar la evolución de una trayectoria cinematográfica que emergía.

Film correspondiente a una etapa brillante en el cine de Polanski, década en la que filmó numerosas obras maestras, una por año prácticamente, en el periodo correspondiente a 1965-1968, con «Repulsión» (1965), «Callejón sin salida» (1966), «El baile de los vampiros» (1967), y «La semilla del diablo» (1968),  hecho que me resulta sorprendente y a la vez fascinante, en el cual exprimió este cineasta todo su potencial artístico y todas sus cualidades expresivas; etapa que se truncó durante un par de años (volvió en 1971 para realizar una versión de Shakespeare «Macbeth» desde la excelsa «Trono de sangre» (1957) de mi amado Kurosawa) por el macabro crimen cometido a su esposa, la modelo y actriz Sharon Tate (que aparece en «El baile de los vampiros») en 1969 . Sin duda uno de mis cineastas favoritos.

 

10

 

500px_5_estrellas

Deja un comentario